El Studio Ghibli es
un estudio de animación que se hizo conocer por el mundo entero mediante sus
largometrajes animados. Hayao Miyazaki fue uno de los propulsores de este
estudio. Por el año 1997, se estrenó una película que no dejó indiferente a los
espectadores. Se trata de La Princesa
Mononoke, con el título original Mononoke-hime,
en el que fue el director y el guionista el mismo Hayao Miyazaki. Esta película
se hizo muy conocida mundialmente. Apareció en abundantes cines. A partir de
ese momento, se hizo mucho más conocido el Studio Ghibli, aunque realmente en
un pasado los integrantes principales del estudio ya se hicieron muy conocidos
mediante series tan conocidas que se emitieron mundialmente: Heidi, Marco, Sherlock Holmes y Conan el niño del futuro. En la parte
trasera de la caja DVD de STUDIO GHIBLI COLLECTION, en la edición metálica, se
puede leer lo siguiente:
“Tras sufrir el ataque de un monstruoso
jabalí maldito, el joven Ashitaka emprende el camino en busca de la cura que
detenga la infección.
Mientras, los humanos están acabando con los bosques y
los dioses convertidos en temibles bestias hacen todo lo posible por protegerlo
encabezados por Mononoke, una princesa guerrera. Ashitaka deberá escoger bando
y decidir si ayudar a los hombres o las deidades intentando detener la
maldición de su herida que se extiende por su cuerpo sin cuartel.”
(Cuidado:
spoilers.) En una aldea, un demonio ataca. El príncipe Ashitaka logra vencerlo.
Resulta ser un dios de un jabalí que había sido dominado por la ira, con una
bola de hierro en su interior. Ashitaka queda maldito en un brazo. La mujer
chamán de la aldea le dice que poco a poco la maldición lo matarán. Deberá irse
en búsqueda de una cura. Así lo hace, pasando por lugares donde hay guerras con
samuráis. Llega a la ciudad de hierro, donde salva a dos heridos de una batalla
que han tenido. Pasan por el bosque acompañado de kodamas. En la ciudad de
hierro conoce a Lady Eboshi y le muestra cómo viven. También conoce a Mononoke,
la princesa del bosque, San es su nombre original. Ahí se enfrenta con Lady
Eboshi, pero Ashitaka interviene y se la lleva, aunque sufre un disparo.
Mononoke lo lleva al corazón del bosque, donde el Espíritu del Bosque lo sana,
pero no le quita la maldición. Llega una piara de jabalíes encabezados por Okkoto,
que quieren destruir a los humanos que están destruyendo el bosque. Moro, una
diosa loba, impide a Okkoto que mate a San, su hija adoptiva. Se preparan para
la guerra. Aparece Jiko-bô, con la intención de matar al Espíritu del bosque.
Pide ayuda a Lady Eboshi. Ashitaka intenta impedirlo. Aparece el Espíritu del
Bosque, mata a Okkoto y a Moro. Lady Eboshi logra cortar la cabeza al Espíritu
del Bosque cuando se está transformando en el Espíritu de la Noche. Lady Eboshi
pierde un brazo por las fauces de Moro, que ya estaba muerta. Huyen con la cabeza.
San y Ashitaka logran recuperar la cabeza y se la devuelven, antes de que lo
destruya todo. El Espíritu desaparece, creando vida. Ashitaka y San seguirán
estando juntos, pero separados. San ayudando al bosque. Ashitaka ayudando a la
ciudad de hierro, pues Lady Eboshi dice de alzar de nuevo la ciudad, pero no
dañando tanto la naturaleza.
El hombre contra la
naturaleza. En la Edad Media, la gente conseguía los materiales básicos para
sobrevivir. A causa de las guerras, el ser humano empezó a destruir bosques y
montañas enteras para conseguir materias primas con las que crear las armaduras
y las armas necesarias para enfrentarse contra otros pueblos. Esto ocasionó de
cada vez una pérdida de parajes naturales, con la consecuente pérdida de
árboles, naturaleza y animales. Al igual que con la película Pompoko, La Princesa Mononoke nos muestra el poder destructivo que puede
llegar a tener el hombre, que incluso puede llegar a destruir a dioses de la
antigüedad para conseguir dominar a otros pueblos o simplemente ser más
poderosos que otros.
Es curiosa la
historia, donde animales aún tiene la habilidad de hablar con los seres
humanos, animales que realmente son dioses. Desde el principio de la película,
que aparece un enorme jabalí, se nos muestran animales poderosos, especialmente
jabalíes, lobos y un dios muy importante: el Espíritu del Bosque, un ser que
puede dar la vida o quitarla, así como decida él que es necesario. Moro, una
diosa lobo, es capaz de adoptar a una niña humana. San convive con los lobos y
su misión es proteger el bosque y luchar contra los humanos. Lo tiene muy
asumido y su rabia contra el ser humano es muy elevada. Le cuesta razonar con
Ashitaka, un chico que realmente está muy centrado en solucionar el problema.
La fuerza que obtiene de su brazo, maldito a causa de haberse enfrentado a un
dios jabalí, es lo que le permite sobrevivir en muchas ocasiones en las que
tendría que haber muerto. Gracias también a su compasión por todos los seres
vivos podrá introducirse en el corazón de ambas partes: los habitantes de la
ciudad de hierro y San con sus lobos. Incluso Moro le llega a apreciar de alguna
forma, aunque en varias ocasiones le amenaza con matarlo si lo vuelve a ver. Su
instinto le dice que Ashitaka no desea hacer daño y, además, está enamorado de
San. Moro quiere proteger a la que ha sido su hija adoptiva, por lo que querrá
su bien y, por ello, no sería capaz de hacer daño al único ser humano que
podría aceptar como compañía de San.
Sin duda, esta
película está rodeada de magia ancestral, rodeado de historias tradicionales
japonesas. La banda sonora se amolda muy bien a esta historia. Nos puede hacer
sentir que no somos nada, que la naturaleza está ahí para convivir con la misma
y no para destruirla. El ser humano puede vivir con la naturaleza, aunque es
complicado. Aún hay zonas vírgenes o casi vírgenes. Están protegidas. ¿Cuánto
tiempo pasará hasta que al final estos lugares protegidos sean incluso destruidos
por la sobrepoblación? ¿Está condenado el ser humano a ser destruido por no
cuidar su entorno? Debemos cuidar la naturaleza en lo máximo de lo posible.
Agarrarnos a conocimientos ancestrales de verdaderos agricultores y granjeros,
que saben cuidar la naturaleza para que perdure en el tiempo. Sólo así el mundo
podrá perdurar correctamente, sin llegar a la destrucción final a la que parece
que está destino el ser humano.
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