Muchos amigos
y familiares que me conocen saben que me encantan los dragones. Ignoro exactamente
el porqué. Siempre me han llamado la atención. Películas como Dragonheart están entre mis preferidas.
Actualmente, la saga de Como entrenar a
tu dragón también me encanta. Las historias de dragones me han acompañado
siempre, ya sea con historias como El
Hobbit, El Ciclo de la Puerta de la
Muerte, Mundodisco o DragonLance, o bien con videojuegos como
ISHAR, ULTIMA, Baldur’s Gate o Neverwinter Nights. Incluso también en
la música me han gustado las historias de dragones, como las de Rhapsody.
La cuestión es
que en un viaje que hice con mi familia, nos fuimos a Toledo. Ya de pequeño
había estado en Toledo, pero no me acordaba mucho que digamos. Pero pude hacer
bastante memoria cuando llegamos al conocido acueducto de Toledo. Visitando la
localidad, entramos en bastantes tiendas de recuerdos. En la gran mayoría se
vendían espadas, dagas u otros elementos similares, pues es bastante conocido
el acero de Toledo. Para llevarme un recuerdo, tenía en mente adquirir dagas
con el mango de dragón. Al final, aunque no fue fácil, encontré varias tiendas.
El precio era bastante elevado. Pero encontré una en la que pude hacerme con
dos dagas de dragón bastante curiosas. Evidentemente, con el filo sin afilar.
De regalo, incluso nos añadieron un abrecartas, pero este sí que estaba
afilado.
Lo curioso de
la historia es que cuando volvimos a Mallorca, en el aeropuerto, detectaron las
dagas y en el control me las hicieron sacar de la maleta. Nos dijeron que se
iban a quedar ahí y que iban a ser destruidas, cuando sabía perfectamente que alguno
de los guardas se la iba a quedar. Por suerte, vino un familiar, el marido de
una prima, y nos hizo el favor de quedarse con las dagas para enviárnoslas por
correo certificado. Fue una despedida muy emotiva y, además, haciéndome un
favor bastante grande.
Ahora bien,
¿aquí termina la historia? ¡No! Resultó que, en el avión, al abrir la maleta,
pude ver que el abrecartas sí que pasó el control de los guardas. Las dagas no
estaban afiladas, pero el abrecartas sí. Es decir, que con las dagas poco daño
se podía hacer en el avión. Pero con el abrecartas se podía incluso matar a una
persona de forma silenciosa. Es una anécdota para tener en cuenta que los
controles de avión pueden fallar.
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