En
el curso 1988-1989, me escolarizaron en el CP
Es Pont, un colegio ubicado en Son Gotleu, un colegio de Palma en Mallorca
(Islas Baleares), bastante cerca de nuestro hogar, un piso en una de las calles
más transitadas de dicha barriada: Tomàs Rul·làn. En el curso 1989-1990, seguí estando en dicho colegio, en párvulos para niños de 5 años. Al final de curso, les dieron a
mis padres una cartilla, bastante diferente a la del curso anterior. Aún se
utilizaban las mismas puntuaciones, MB (Molt Bé), B (Bé), S (Suficient) y NA (Necessita
Ajuda), pero también se utilizaban expresiones tales como SI, NO, A VEGADES,
COMENÇA, cosas así. En esta cartilla, ya se trataron diferentes aspectos:
adaptación, actitud, estado emocional, adquisición de hábitos, maduración
global, lenguaje matemático, lengua, lenguaje musical, lenguaje plástico y experiencias.
La adaptación fue excelente. La actitud estaba dividida en diferentes partes:
con el maestro, con los compañeros, en el trabajo y en el juego. Como cosas
negativas en este apartado, se podría mencionar que no pasaba desapercibido, a
veces era agresivo y podía distraer a los compañeros en el juego. El estado
emocional fue completamente positivo. La adquisición de hábitos estaba dividida
entre personales y sociales. Lo único negativo en este punto fue que tenía distracciones
a la hora de escuchar. La maduración global, dividida en dominio del cuerpo y
percepción sensorial, fue muy positiva, aunque no excelente, salvo el punto de
la imaginación, que decía que era mucha imaginación. El lenguaje matemático fue
excelente, ya en parvulitos de 5 años. En el tema de lengua era más o menos
positivo, salvo el punto de pronunciación. El lenguaje musical era positivo,
aunque aún no tan óptimo como se pudiera desear. Finalmente, tuve la máxima
puntuación en el lenguaje plástico y en las experiencias.
De
este curso, conservo los recuerdos de un problema grave que tuve. En
parvulitos, tuvimos a una maestra muy buena, según recuerdo. Pero un día, mi
madre, en una visita al colegio, vio una canasta de baloncesto de hierro que
parecía que se iba a caer. Esto era bastante peligroso. Se lo dijo a la maestra
y no hizo mucho caso. En poco tiempo, en un día normal de juego, se me cayó la
canasta encima. No me mató de milagro, pero me dejó una marca en el ojo que aún
se puede ver. Me tuvieron que poner puntos y dejó una cicatriz de por vida. Por
ello es importante que cuando alguien ve algo en un colegio o un instituto que
pudiera dañar a un alumno, se haga caso como es debido, para proteger
adecuadamente.
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