En
la asignatura de Castellano, una profesora sustituta que tuvimos en 4º de ESO en el IES Pau Casesnoves, un centro educativo en Inca en la isla de
Mallorca (Islas Baleares), nos hizo hacer trabajos muy curiosos y amenos. Le
gustaba hacernos hacer redacciones de temas específicos. Una redacción que
planteó fue la de La chica ideal. En
aquella época, yo aún tenía 16 años y mi inmadurez se plasmó en dicha
redacción, que es la siguiente:
“Lo esencial físicamente es que tenga los
ojos azules y el pelo rubio. Su cara fina como la arena de la playa, caliente
en verano. Buen cuerpo, bonita figura, atlética y fuerte. Su peso no tiene que
pasarse de 80 Kg y no menos de 80. Su altura entre 1,70 a 1,76 metros.
Psíquicamente tendría que ser
muy sensata. Humilde y no orgullosa. Lo bueno es que sea inteligente con coeficiente
a 100, 110 o más si fuera posible. Extrovertida en cuanto a contar sus
problemas. Bastante pulcra y ordenada. Y, finalmente, que tenga mucha actividad
en su vida y no se tome la vida muy nerviosa, sino con mucha tranquilidad.
IMPORTANTE: que no fume, que
no se drogue y que sea, ojo al dato, virgen.”
Evidentemente, mi pensamiento es totalmente diferente a cuando era tan niño e inmaduro. Lo que considero más importante en una relación es la confianza, el amor y el respeto. Nunca usar la violencia, ni física ni verbal. No aprovecharse el uno del otro, sino más bien ayudarse mutuamente. La forma física actualmente no me importa mucho, aunque no me gustaría una chica extremadamente delgada, con problemas de anorexia, ni una con obesidad mórbida. La altura me da igual. Una parte muy importante que aún sigo rechazando son chicas fumadoras o drogadictas. El último punto fue cuestión de burla, incluso por la misma profesora. En aquel tiempo, deseaba recibir lo mismo que yo ofrecía. Ahora ya me da igual, especialmente si hay confianza, amor y respeto.
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