Cuando era pequeño
siempre me atrajeron los tatuajes, pero no los que se ponen directamente en la
piel con aguja o con otras técnicas, sino más bien aquellos tatuajes que duran
poco una vez pegados en la piel. Estamos hablando de los típicos tatoos
(tatuajes) que se podían conseguir mediante snacks, chicles, yogures u otros
artículos comestibles.
Aunque aún conservo
muchos tatuajes e incluso algunas colecciones completas, hubo una época en la
que me llamaron tanto los tatuajes que conseguí algún que otro pack de tienda
en la que venían aglutinados muchos tatuajes. Para poder usarlos, se tenían que
recortar y aplicarlos como habitualmente se hacía: quitar el protector,
ponerlos boca abajo en la zona de la piel deseada y aplicar agua tibia o algo
caliente durante un rato, sin que pase por debajo del tatuaje. De esta forma se pega la imagen a la piel y
puede llegar a durar unos días.
Uno de estos packs
aún lo conservo y sin usar. En el mismo aparecen arañas, reptiles y
escorpiones. De reptiles aparecen lagartijas y ranas o sapos. No los usé jamás
y los tengo bien guardados y protegidos en una funda de plástico. Es un
elemento que conservo como recuerdo de una época en la que me gustaba pegarme
tatuajes de este estilo, aunque actualmente ello ya no me llame para nada,
salvo quizás completar algunas colecciones para luego mostrarlas o disfrutar viendo
las imágenes.
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