domingo, 8 de enero de 2023

Colección Películas: Bitelchus

¿Qué ocurre cuando nos morimos? Hay muchas posibilidades. La ciencia, por desgracia, nos enseña que después de la muerte no hay nada místico, sino que más bien nuestro cuerpo se va desintegrando y los organismos vivos van aprovechándose de los restos. En contraposición a la ciencia, hay muchas posibilidades: reencarnación, resucitación, cielo e infierno, fantasmas… En la película Bitelchus se aboga por la opción de que después de la muerte, si es por accidente o por muerte natural, las personas se convierten en fantasmas de su antiguo hábitat. La película fue estrenada en 1988, con el título original Beetlejuice (que significa jugo o zumo de escarabajo), dirigida por Tim Burton y con la banda sonora a manos de Danny Elfman. En la parte trasera de la caja de la versión en DVD, se puede leer lo siguiente:

¿Qué debería hacer una pareja de fantasmas "yuppis" si su estrafalario hogar de Nueva Inglaterra se llenara de elegantes visitantes neoyorquinos? Pedir ayuda a un "exorcista" para aterrar a los intrusos con el fin de que abandonen la casa. ¿El resultado? Una de las más grandes, sorprendentes películas jamás filmada. Bitelchus (interpretado maravillosamente por Michael Keaton) es una criatura de ultratumba repugnante y terrorífica, un fenómeno asustando y bromeando que se gira y se transforma en grotescas formas, traga insectos y no puede dejar a las mujeres (vivas o muertas) en paz. El espectacular trabajo de Keaton le valió un premio en 1988 al Mejor Actor de la Sociedad Nacional de Críticos de Cine. Alec Baldwin, Geena Davis, Winona Ryder y Sylvia Sidney comparten honores en esta fantasmal comedia dirigida por Tim Burton, que cuenta con un maravilloso diseño de producción, una banda sonora a cargo de Harry Belafonte y un sorprendente maquillaje ganador del Oscar en 1988.

(Cuidado: spoilers.) Adam y Bárbara, una joven pareja que aún no ha podido conseguir tener un hijo, mueren en un accidente de coche para no atropellar a un perro, al poco de estrenar su casa victoriana. Se convierten en fantasmas y se les facilita una guía para recién fallecidos. Al poco, llegan unos nuevos dueños de la casa, una pareja estrafalaria (Charles Deetz y Delia Deetz), con una hija algo gótica, Lydia Deetz. Los fantasmas intentan ahuyentar a los nuevos dueños, pero no consiguen que les vean. Cuando se está haciendo la mudanza, Lydia ve a los fantasmas en el desván, que está cerrado con llave. Puede hablar con ellos cuando intentan asustar una noche a sus padres. Puede ver que son buena gente. Ahora bien, Bitelchus, un fantasma que se encarga de ahuyentar a los vivos de las viviendas, intenta que Adam y Bárbara lo contraten. Para ello, tienen que decir su nombre tres veces. En vez de ello, intentan recurrir a la oficina de fantasmas. Consiguen información: tienen que estar 125 años en la casa antes de pedir hora en la oficina de fantasmas. Pero consiguen hablar con su guía espiritual. Les da pistas para que puedan ahuyentar ellos mismos a los nuevos dueños e intenta convencerles de que no recurran a Bitelchus, que antaño fue un trabajador de la guía espiritual. Una noche que los nuevos dueños tienen invitados para cenar, los fantasmas intentan ahuyentarlos de una forma bastante graciosa, con la canción Day-O (The Banana Boat Song) de Harry Belafonte. Fracasan, porque lo que consiguen es que los dueños estén interesados en montar una atracción de lo paranormal en el lugar. Adam y Bárbara llaman a Bitelchus y asusta de verdad a todos. Incluso Lydia siente temor. En un despiste, un amigo de la familia consigue hacerse con el libro de recién fallecidos cuando logran entrar en el desván. Charles invita a su jefe a ver fantasmas, para convencerlo de crear la atracción de lo paranormal. El amigo de la familia, gracias a los conocimientos del libro, invoca a los fantasmas. Pero hay un problema: empiezan a envejecer y a pudrirse. Lydia, para salvarlos, invoca a Bitelchus y logra salvarlos, pero él es malvado y no quiere volver a su hábitat de muerte. Entre todos, logran que Bitelchus desaparezca. Los Deetz se quedan conviviendo con los fantasmas, pero ya sin la idea de crear la atracción. Al final de la película, Lydia ha sacado un 10 en matemáticas y los fantasmas le permiten divertirse volando y cantando la canción Jump in the Line, también de Harry Belafonte.

Sin duda, una obra maestra, especialmente por los momentos tan graciosos como los de la canción Day-O y la de Jump in the Line, ambas de Harry Belafonte. Es más, muy posiblemente estas canciones sean tan conocidas gracias a la película de Bitelchus. También comentar momentos graciosos como los que se comentan durante la película: los suicidas son condenados a ser funcionarios en la otra vida. Y así es: en la oficina de fantasmas sólo trabajan suicidas. Una de las secretarias se suicidó cortándose las venas. También se pueden ver otros suicidas, uno que fue atropellado por un tren y uno, el repartidor de correo, que se ahorcó. Menos mal que Lydia no logra suicidarse, porque en un momento la película estaba escribiendo una carta de despedida antes de suicidarse, pensando que sería mejor el mundo de los muertos que el de los vivos, algo que Adam y Bárbara le dicen que no es así.





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