En mi niñez, me
encantaron los laberintos que aparecían en revistas juveniles e incluso en otras
revistas, periódicos o libros. Pude crear muchos laberintos de muchos tipos,
con boli y papel. Pero llegué a lograr un nivel de creación de laberintos muy
curioso: poder crear un laberinto que ni el mismo creador sabía exactamente
cómo llegar del punto A al punto B.
El sistema de
laberintos que ideé fue como si fueran caminos de una cueva. Después de
diversas pruebas con un rotulador Rotring, pude lograr un laberinto grandioso
en un DIN-A6, es decir, la mitad de la mitad de un folio DIN-A4. El laberinto consta
de tres partes. Se empieza en la zona con el número 1 y se tiene que llegar a
la zona con el número 3, pasando previamente por la zona con el número 2. Es
más, no se puede lograr pasar directamente de la zona número 1 a la zona número
3. Una locura de laberinto, pero que cautivó a muchos amigos, compañeros y
familiares de la época.
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