La vida es
complicada. Puede haber un momento en el que uno no pueda más o se haya cansado
de una vida que no le aporta felicidad. Personas que se supone que deberían
estar en los peores momentos, huyen despavoridos ante tales situaciones o
simplemente ni tan solo se interesan por la persona afectada. En contraposición,
es verdad que ahí es cuando se descubre la verdadera amistad. Este mundo puede
ser muy duro. Las cargas, ya sean laborales o familiares, las deudas, los
quehaceres cotidianos, la soledad… eso sólo mencionando situaciones habituales,
porque luego están las situaciones más dolorosas: violaciones, pederastia,
asesinatos, guerras, maltrato animal, racismo o xenofobismo, sexualidad, deforestación,
desahucios… son tantas las situaciones negativas de este mundo que quizás a
algunas personas les supere y no puedan más. De ahí los suicidios, personas que
al final optan por dejar de vivir. Existen personas para ayudar en estas
situaciones, pero uno tiene que querer que le ayuden. A veces no es fácil.
Charlie Jiménez, seguramente
viendo el desasosiego de la sociedad, publicó en 2020, mediante la Editorial
Rara Avis, Viento y huesos. Una
historia que comienza con una situación en la que una persona ha decidido
suicidarse y, posteriormente, la lectura de una carta de suicidio por parte de
una de las personas más allegadas. En la parte trasera del libro, se puede leer
lo siguiente:
“Mario es un joven de 34 años que proviene de
una familia adinerada. Aparentemente, nunca le ha faltado de nada. Sus padres
regentan uno de los más prestigiosos bufetes de abogados de toda Cataluña, su
hermana y amigos han sabido mantenerse cerca de él cuando lo necesitaban. Sin
embargo, siempre ha descuidado el amor. Un día, Mario toma una trágica decisión
que cambia por completo la vida de sus seres queridos.
Viento y Huesos no solo es un viaje a los paisajes más
impresionantes y recónditos de Mallorca, si no a una mente quebrada por las
fuertes pasiones, y el desconcierto que supone la falta de cariño.
Charlie Jiménez, en su segunda novela, arriesga y
sorprende por narrar de cerca los problemas con los que convive el ser humano.”
La lectura de este
libro la comencé justo después de leer la primera novela de Charlie Jiménez, El hombre de la corbata verde. Estaba
ingresado en el hospital por un problema estomacal y la primera novela ya la
había comenzado a leer en casa, pero la acabé en el hospital. Luego, al poco de
terminar, empecé con la de Viento y
huesos. Al principio, me pareció inverosímil que la novela empezase como
empezase, pero poco a poco fui leyendo y hubo un momento, más o menos un poco
antes de la mitad del libro, que me atrapó. Quizás porque en algún momento me
sentí identificado con uno de los personajes principales. Lo que sí que hay que
intentar es no llegar a la conclusión de que nuestra vida tiene que acabar. Hay
que luchar por sobrevivir, por buscar ayuda en los momentos en los que se
necesite.
Cabe comentar que
hay varios momentos del libro que me dolieron profundamente. Momentos que no
pienso mencionar, pues los dejo para que los futuros lectores los lean y puede
que les resulte igual de doloroso que a mí. Pero sí que voy a citar un momento
que me hizo divagar, de la página 181:
“¿Cuántas veces nos hemos fijado en aquella
chica con la que nos hemos cruzado en el vagón del metro o autobús con una
sonrisa apagada o nula? Posiblemente se maquillará todos los días para ir a
trabajar, pero cumplirá su horario y volverá a casa para dialogar con la nada.
¿Y ese amigo que siempre que se marcha de la fiesta, fingiendo con una sonrisa
que se lo ha pasado muy bien? Nos dirá que se va porque está cansado, pero
cuando llega a casa no se va a dormir, se sumerge en páginas de Internet porque
no puede conciliar el sueño. Todos hemos sentido y vivido algo parecido en
nuestras carnes. Nos piden ayuda a pleno pulmón, solo que no los oímos porque
creemos que están mudos. Nos confundimos, porque en realidad, solo han perdido
la capacidad de gritar. A veces detectarlo a tiempo, evita riesgos mayores. Si
conseguimos ayudar al prójimo no solo es satisfactorio para nosotros, sino para
todo el mundo. Escuchar o aconsejar no es un acto egoísta cuando, posiblemente,
esa persona se pueda convertir en la gran historia de tu vida.”
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